En realidad, este campo de golf de Poniente sería el campo soñado por excelencia: pocos circuitos de golf están enmarcados en un paisaje tan espectacular como este. Los greens más altos tienen unas maravillosas vistas de la Serra de Tramuntana de fondo. Aquí, el Galatzó, con su forma piramidal, y el poderoso macizo de s’Esclop, prácticamente cuadrado, se elevan más de 100 metros hasta el cielo. Al llegar a este campo de 6,5 km de longitud y un desnivel de poco menos de 110 metros nos recibe una variada arboleda. En los campos más bajos, a orillas de los lagos, robustas y longevas palmeras de abanico ribetean las calles; en la zona superior crecen, principalmente, pinos, olivos e higueras.
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Un circuito exigente
Los frecuentes obstáculos de agua, la gran cantidad de árboles y las largas distancias hacen que el circuito del campo de golf Poniente tenga bastante dificultad (slope 138). Diseñado por John Harris, este campo de golf se inauguró en 1978 (lo que lo convierte en uno de los campos más antiguos de la isla), por lo que se ha integrado perfectamente en el paisaje. El campo de golf se encuentra a tan solo 12 km de distancia de la capital, Palma, y a unos 3 km de la autopista. Por tanto, Poniente es un campo con un gran atractivo, pero sería injusto no mencionar que, sobre todo durante la época calurosa del año, los greens no se encuentran precisamente en el mejor estado. Si recibiera mejores cuidados, este campo de golf, con su ubicación privilegiada, sería el mejor de la isla.
Pero balanceemos virtualmente nuestros palos de golf y recorramos algunos de los hoyos del campo. A pesar de que el campo de golf es relativamente largo y siempre resulta más cómodo desplazarse en coche, como que no tiene pendientes demasiado pronunciadas se puede recorrer sin problemas y de forma más atlética con zapatos con clavos en las suelas en cuatro horas largas. Empezamos el circuito pasando por delante del edificio del club, una antigua finca convertida en un restaurante rústico con una gran terraza al aire libre. Cerca del tee 1, un enorme campo de prácticas nos invita a practicar nuestro golpe de salida. Más arriba, disponemos de otro campo para practicar el pitch y el putt.
Inicio de la partida de golf
La zona de salida n.° 1 se encuentra completamente rodeada de pinos. Los 405 metros que la separan del green descienden suavemente por una amplia zona verde, que solamente está amenazada por el fuera de límites marcado a la izquierda por el campo de prácticas. Como golfista del montón que soy, puedo llegar al ligeramente irregular green con 4 golpes, evitando el búnker situado a la derecha y el lago de la izquierda. A continuación, tenemos que cruzar la carretera, que no está muy transitada. El siguiente hoyo de par 5, de medio kilómetro de longitud desde las barras amarillas de la zona de salida, se supera con un HCP 14. El tee 3 es realmente difícil, ya que cuenta con muchos búnkers, numerosos árboles y una pendiente de ascenso lento que justifican el grado de dificultad del hándicap 2. A partir de aquí, los pinares que rodean los greens dificultan el juego de los golfistas. Si la bola se golpea demasiado desviada, acaba inevitablemente en el bosque. Pero quien consiga golpearla de forma más o menos recta, puede conseguir hacer par en el hoyo 5, un par 5 muy corto (435 m desde las barras amarillas).
Después de cruzar nuevamente la carretera (aquí hay que prestar especial atención, ya que los arbustos y los árboles nos tapan la vista), llegamos a una zona de salida que nos desvela una curiosa historia. No muy lejos de la zona de salida se puede ver un pino con un cuadro de bicicleta incrustado en el tronco. Según se cuenta, durante la Guerra Civil española, alguien que huía dejó allí la bicicleta y continuó a pie. El tronco del árbol continuó creciendo, atrapando la bicicleta olvidada, que actualmente se encuentra a unos 10 m de altura. No sabemos si la historia es real o si se trata de una leyenda, pero lo que sí sabemos es que, a partir de aquí, tenemos que avanzar todo el rato cuesta arriba a través del pinar.
Vistas a la Serra de Tramuntana
Al llegar al punto más alto, en donde se encuentra la zona de salida 8, nos vemos recompensados con una espectacular vista a la Serra de Tramuntana. Antes de golpear la bola hacia abajo, tenemos que estudiar bien el terreno y tener en cuenta la fuerte inclinación hacia la derecha.
Muchos obstáculos de agua a partir del hoyo 9
Empezamos la segunda serie de nueve hoyos enfrentándonos al hoyo más difícil (Hcp 1). Si en los primeros nueve hoyos eran los árboles los que nos dificultaban las cosas a los golfistas, ahora es el agua. Mientras que en el bosque es posible recuperar la bola si es necesario, el agua se traga la bola y se nos impone un golpe de penalización. Por esta razón, constatamos que las múltiples charcas, grandes y pequeñas, hacen que el juego resulte más interesante durante la segunda parte, pero también más difícil.
Tras chapotear varias veces en las charcas, a partir de la zona de salida 14 volvemos a pasar por delante del club y ascendemos hasta los espléndidos puntos con vistas. Si el intrépido aficionado al golf ha conseguido dejar atrás los pinos y llegar hasta el green 16, ahora puede tomarse un breve descanso y disfrutar de las magníficas vistas. Mirando al frente en línea recta, se presentan las poderosas montañas rocosas de la Tramuntana, de color gris resplandeciente. Si dirigimos la mirada hacia la derecha, podremos ver el brillo dorado de la catedral de Palma.
Arriba del todo, en la zona de salida 18, la bola vuela prácticamente sola hasta bien abajo. Hemos recorrido muchos caminos, hemos golpeado la bola, aunque no siempre la misma, hacia lo alto y a ras de suelo. Pero ya lo hemos conseguido: la pequeña bola blanca se desliza hasta el interior del hoyo 18. Como recompensa, nos tomamos una cervecita y un bocadillo en el acogedor club. Charlando relajadamente sobre los altibajos de nuestro juego, disfrutamos del tardío sol del atardecer y de la vida como golfistas.